En este post intentaré acercarme de manera sencilla a este tema complejo y sobre el que existen múltiples opiniones o visiones que comienzan desde la propia definición de poder. Los mediadores nos encontramos a veces con el dilema de seguir adelante en los procesos de mediación, donde el acuerdo está claramente descompensado o es injusto para una de las partes. ¿Qué hacer en estos casos?
¿Qué es el poder en un conflicto entre dos personas?
Podemos entender el poder como “la capacidad que tiene A para influir en la conducta de B, de modo que B haga algo o deje de hacer algo que no lo haría de otro modo” (Dahl 1957). También de manera más resumida podemos definir el poder como la capacidad de influir sobre la otra parte en un conflicto.
En nuestro caso, la mediación, el poder tiene un carácter eminentemente relacional entre las partes que tienen la disputa, y el equilibrio de poder entre ellas puede ir cambiando durante el proceso mediador.
Fuera del ámbito político, donde el poder tiene otras connotaciones, en las relaciones interpersonales suele ser entendido como nivel de riqueza, aunque en nuestro caso, en la mediación en el espacio educativo y escolar, este elemento no suele ser tan importante. También la posible dependencia psicológica de una de las partes puede crear una diferencia de poder insalvable, aunque exista una igualdad entre las personas en el resto de las variables que lo determinan.
La dinámica del poder
Como regla general es acertado afirmar que tiene más poder el que menos necesidad tiene de llegar a un acuerdo. También otro factor que define la dinámica será el tiempo, es decir, aquella parte que no le apremia la necesidad de un acuerdo estará en una situación de mayor nivel de poder respecto a la otra, que necesita rápidamente una solución.
También otro elemento de este equilibrio se asienta sobre qué pierde cada parte si no se logra el acuerdo. La parte que más pierda, si no existe una solución acordada, estará en situación de desventaja y obligada a hacer concesiones.
Podríamos pensar entonces que la parte que más poder tiene, con relación a estas variables, no tiene motivación ninguna para someterse a un acuerdo o aceptar un compromiso. Por lo tanto, es fácil que la parte en desventaja acepte, presionada, un cuerdo desigual.
El mediador ante las diferencias de poder en la mediación
En la mediación hay autores que consideran que el final de un proceso negociador o mediador, donde se llega a un acuerdo con evidente desequilibrio para las partes, pone en duda la propia esencia de la mediación, su utilidad y la función del mediador.
Por otro lado, están los que piensan que la función del mediador impide influir sobre las relaciones entre las personas o sobre sus decisiones. En este sentido el mediador no solo tiene que ser imparcial, sino que esta obligado a respetar la autonomía de las partes y sus intervenciones. En el caso de intentar equilibrar esas relaciones debe hacerlo de forma imparcial y sin que el proceso se deforme. También podría, en vista de una gran falta de igualdad, suspender el proceso de la mediación.
Es una gran duda que se nos presenta en algunos casos de mediación y que define nuestro estilo de mediadores o mediadoras. En la mediación escolar las relaciones de poder entre iguales no suelen ser un problema cuando hablamos de estudiantes, otra cosa es cuando esa mediación tiene como protagonistas a personas adultas de la Comunidad Educativa o a un adulto y un estudiante.
Para conseguir un acuerdo equilibrado y que pudiera entenderse como “justo” para ambas personas podríamos utilizar algunas estrategias como las siguientes:
Para finalizar esta pequeña aproximación al elemento de poder en los procesos de mediación tenemos que pensar que, como mediadores, analizar el factor del poder de las partes es importante pero no lo creo un elemento decisivo para llegar a tener éxito en el proceso mediador.
Considero de mayor importancia que seamos conscientes de que la actitud de las personas durante la mediación va a depender en gran medida de las expectativas que cada una tenga del proceso. Por esto es fundamental el trabajo previo que podemos hacer con cada parte antes de reunirlas en la mediación. Es aquí donde haríamos el análisis del poder de cada una y su posible influencia en la mediación. Esta afirmación también es válida para los acuerdos finales, ya que existen estudios que demuestran que la duración y éxito de los acuerdos también depende de esas expectativas iniciales.
Lograr que las partes acepten la mediación es solo un primer paso que debemos intentar ampliar potenciando una actitud de compromiso y buena disposición, que conseguiremos si somos capaces de generar buenas expectativas en las personas.
Bibliografía:
MARTÍNEZ MURGUÍA, B. (1999): Mediación y resolución de conflictos, Barcelona, Paidós.
MUNDUATE JACA, L., MARTINEZ RIQUELME, J.M. (2003): Conflicto y negociación, Madrid, Anaya