En un post anterior titulado “Ejemplos de conflictos escolares: tipología y estrategias de resolución”, veíamos que el segundo nivel de conflictos, el primero lo formaban los conflictos comunes, era el que denominábamos “conductas disruptivas en el aula”.
Tanto en ese artículo como en el webinar masterclass que realizamos hace unos días, mi planteamiento inicial ha sido casi siempre no utilizar la Mediación Escolar para la gestión de esta tipología de problemas de convivencia que son generados por estudiantes que impiden, en todo momento y con diferentes actitudes y acciones, el normal desarrollo de las clases.
Pero, como casi todo en el ámbito de los conflictos y de la convivencia escolar, nada es blanco o negro y aquello que la teoría trata de generalizar casi nunca vale para la totalidad de los casos.
Trataré en este post de acercaros al conocimiento de lo que se conoce como disrupción en el aula y también os hablaré de algunas estrategias o técnicas para su gestión. Por último, os voy a resumir un caso real de utilización de la Mediación Escolar para resolver un problema de disrupción en el aula.
Características de las conductas disruptivas
Las causas del comportamiento de estos alumnos disruptivos pueden ser muy diversas y abarcan desde aspectos sociales o de relación a psicológicos, motivacionales o bien otras causas más de tipo fisiológico o incluso médico.
No voy a entrar en dichas causas, sino que quiero centrarme en las características que definen una conducta disruptiva, también denominada como “violencia de baja intensidad” por Pedro Uruñuela (2016), uno de nuestros expertos en el curso online de Mediación Escolar.
En su libro “Trabajar la convivencia en los centros educativos” Uruñuela nos enumera las características que tienen las conductas disruptivas:
- Son conductas que de forma consciente o inconsciente tratan de impedir que el profesor o profesora pueda dar la clase con normalidad.
- Son conductas de indisciplina y que van contra las normas.
- Su consecuencia más inmediata es el retraso en el proceso de enseñanza y aprendizaje, porque el profesor dedica mucho tiempo a poner orden.
- Generan un clima de aula inadecuado con mucha tensión y en el que es difícil realizar la labor docente.
- Desestabilizan y pueden llegar a romper las relaciones de convivencia entre profesores y el grupo de estudiantes.
También en su libro, Pedro Uruñuela realiza un análisis más profundo de las posibles formas que adopta este tipo de comportamientos y expone los resultados de una investigación que realizó, en varios centros educativos, sobre los partes de expulsión del aula del alumnado disruptivo. En base a los resultados clasifica las diferentes conductas en dos tipos:
Conductas contra el aprendizaje:
- Pasividad: alumno que no hace nada, se duerme en clase. Se niega al aprendizaje.
- Molestar continuamente: hablar, levantarse, gritar, cantar, interrumpir.
- Absentismo: llegar tarde reiteradamente, no asistir muchos días.
Conductas contra la convivencia:
- Faltas de respeto: al profesor, a los compañeros, insultos, menosprecios.
- Conflictos de poder: intentar quedar por encima del profesor, de los compañeros, no cumplir las normas ni las sanciones.
- Violencia puntual hacia compañeros de bajo impacto: física, psicológica, vernal, social, sexual.
Este tipo de conductas definen al estudiante disruptivo que puede mostrar una o varias de ellas. También puede hacer unas conductas unos días y otras al día siguiente o cambiar la conducta según el profesor o profesora con quien tenga la clase. Su objetivo siempre es el mismo, desestabilizar al docente y boicotear la sesión de clase.
En la disrupción también existe un elemento importante que nos puede ayudar a valorar si la conducta del estudiante tiene componentes inconscientes, más cercanos a causas de tipo médico, o por el contrario es una actitud realizada de manera consciente y con un objetivo claro de desestabilización.
¿Qué hacer ante un caso de disrupción en el aula?
Si tenemos un alumno o alumna con estas características ¿Cómo debemos actuar? ¿Qué podemos hacer? Lo primero que quiero destacar es que he utilizado el verbo en plural y no en singular en las preguntas anteriores.
La disrupción en el aula puede afectar a uno o varios profesores, casi nunca a todos, pero no es un problema individual de un profesor u otro, sino que es un problema de todo el equipo docente del estudiante. Si la búsqueda de estrategias de gestión y la definición de las que se van a utilizar no es consensuada por todo el equipo de profesores, será muy difícil que tengan éxito en esta forma de conflictividad escolar.
Un vez que tenemos claro que es el equipo docente quien debe buscar las posibles soluciones, deberíamos empezar por analizar los datos que tenemos o podemos conseguir:
- Debemos investigar sobre la reiteración de la conducta, es decir, si se produce en todas las clases o sólo en algunas de ellas. El estudio de los partes de expulsión del estudiante disruptivo debe ser nuestro primer elemento para la recogida de datos: ¿En qué clases se producen los comportamientos? ¿Con profesores? ¿Con profesoras? ¿Con cuáles? ¿En qué horarios? ¿Cuál es el perfil docente del profesor? ¿Cuál es la metodología de aula?
- Podemos diseñar una ficha de observación de conducta en la que el profesor apunta o marca los comportamientos que ha tenido el alumno durante la clase, en un periodo de una o dos semanas. También se pueden incluir elementos sobre sus reacciones ante cuestiones como la aplicación de las normas, los gritos, la voz calmada, el razonamiento, el interés demostrado por algo, etc.
Una vez que tenemos una serie de datos, y sobre todo el trabajo en equipo del profesorado que reflexionan sobre las informaciones recogidas, unidos a sus experiencias personales y profesionales en este caso y en otros, será el momento de decidir la estrategia que vamos a utilizar para gestionarlo.
En la mayoría de los casos, se tratará de diseñar un protocolo de actuación que todos los profesores deben realizar lo más estrictamente posible. Se trata de enviar un mensaje al estudiante disruptivo que diga “estamos coordinados y actuamos como uno solo”.
Establecemos unas normas y una forma de actuación única con ese alumno. Para que sea efectivo y tenga éxito, NO puede haber diferencias, el protocolo no puede depender de la metodología ni de la forma de afrontar las clases que tiene el profesor, ni siquiera de su visión de la educación.
Por eso el compromiso de todo el equipo docente es imprescindible antes de ponerlo a funcionar.
Ejemplo de protocolo para la gestión de un estudiante disruptivo
¿Cómo realizar una advertencia correctamente?
Ante de pasar a exponer el caso de Mediación Escolar, es importante explicar cuál es la técnica para realizar correctamente una advertencia sobre un estudiante cuya conducta ha pasado de ser levemente molesta, a convertirse en algo que impide el normal desarrollo de la clase y que la obstaculiza por su intensidad y reiteración.
Para esto quiero seguir a uno de los mayores expertos en este campo, el profesor Juan Vaello Orts que en su libro “Cómo dar clase a los que no quieren” (Santillana, 2007), nos dice cuales deben ser las condiciones de una advertencia para ser eficaz:
- Breve: Es mejor un gesto que una frase corta y mejor una frase larga que un discurso.
- Privada: Aproximarse al estudiante y sin levantar la voz o con el gesto.
- Relajada: Las formas agresivas suelen reforzar la conducta disruptiva.
- Única: Si la repetimos demasiado perderá eficacia.
- Positiva: se trata de resolver el problema, no generar más. Si se detiene la conducta paramos la advertencia.
- A tiempo: antes de estallar.
- Sin discusiones: no entrar en debates y, si son necesarias explicaciones, realizar un aplazamiento asertivo para dárselas en otro momento.
- Descriptiva: Ceñirse a los hechos especificando la conducta a rectificar, sin ambigüedades u otras informaciones de otros días.
- No amenazar: se trata de ayudar para que la conducta no tenga consecuencias sancionadoras mayores. El tono de voz y el lenguaje corporal es fundamental para evitar que lo que se le dice al alumno no suene como amenaza.
- Firme y creíble: El alumno debe percibir que el profesor “va en serio”.
Un caso de disrupción resuelto con un proceso de Mediación Escolar
La existencia de profesorado formado en Mediación Escolar en el centro educativo facilitará la gestión de los conflictos disruptivos en el aula.
Sin duda un profesor o profesora que es capaz de utilizar las habilidades y técnicas de la mediación para “desarmar” una situación de violencia de baja intensidad en la clase, ayudará en muchos casos a que estos problemas no se repitan demasiado, al menos en su clase. Además, podrá ayudar a otros compañeros docentes dándole ideas y posibles formas de actuar ante esas situaciones.
Esta hipótesis la he podido comprobar durante muchos años en la práctica diaria al ver cómo el profesorado que no tiene ninguna formación en resolución de conflictos suele tener serios problemas con este tipo de alumnado. Tanto el profesorado joven y más nuevo, que no recibe formación alguna en la Universidad, como el profesorado más experto que sigue pensando que su única función es transmitir conocimientos y desarrollar un currículo.
No todos los casos de disrupción son mediables en los centros escolares.
Cuando el estudiante es disruptivo constantemente y en todas las clases, con todos los profesores, la mediación no tiene sentido y tendremos que utilizar otras estrategias o protocolos. Si los hechos se producen con un solo profesor o profesora, entonces podemos intentar una gestión a través de un proceso de mediación como el que os explico a continuación de manera resumida.
Caso resuelto
Versión del alumno: Yo empecé a hablar en clase y Sofía me expulsó. A la clase siguiente hablé, pero no como la clase anterior. Ella también me expulsó y no me pareció justo. Solo se fija en mí y no en los demás que también hacen lo mismo. A las clases siguientes hablé, para molestarla, me volvió a echar. Me dio una hoja para hacerla en el aula de trabajo* y yo contesté en esa hoja de malas maneras. *El aula de trabajo es el lugar donde van los alumnos expulsados de una clase.
Versión de la profesora: Ismael no para de hablar en clase y no trabaja. Se dedica a entretenerse y entretener a los demás. Algunos días ha hecho las tareas, pero los días que le he tenido que expulsar no. Hablando con el en privado dice que lo comprende y lo entiende y después de hablarlo con él está mucho más centrado en clase. De todas formas, la mediación siempre viene bien para hacer tratos y comprometerse de manera firme en ello.
Una vez realizada la mediación en la que intervienen dos mediadores, una profesora y un alumno del Equipo de Mediación, se llega a un acuerdo que paraliza la aplicación de las sanciones que el alumno tenía pendientes por su comportamiento. Por otro lado, el acuerdo será evaluado por los medidores en un plazo de veinte días lectivos para certificar su cumplimiento.
El acuerdo: El alumno se compromete a realizar todas las tareas, atender en clase e intentar no hablar sin permiso.
La profesora se compromete a no presionar tanto al alumno y darle un voto de confianza, no estando tan pendiente de él.
La revisión del acuerdo certificó su cumplimiento y el alumno cesó en su actitud. La profesora pudo dar sus clases sin la tensión que le suponía estar pendiente todo el tiempo de este estudiante.
Espero haberos dado algunas claves y algunas ideas para poder gestionar mejor casos de disrupción en el aula, así como que valoréis, en función de cada caso, la posibilidad de su resolución mediante los sistemas de Mediación Escolar.
Pero, sobre todo, espero haberos transmitido que la gestión de la convivencia y de los conflictos escolares depende en gran medida del trabajo en equipo de los profesores y profesoras.